15 AÑOS DESPUÉS

La línea B del subte me confunde: no se si cada día que pasa hace más ruido o si cada día que pasa mis oídos están más sensibles.

Pensaba esto mientras un vendedor ambulante movía su boca, agitaba sus brazos y se le hinchaba la vena del cuello sin conseguir si quiera que se lo escuche a medio metro de distancia, donde me encontraba sentado.

Mi confusión empeoraba, porque no sólo estaba ensordecido y sin entender la oferta que él tenía para ofrecer, sino que una progresiva sensación de encierro y asfixia tomó mi cuerpo por sorpresa.

De pronto, al abrir apenas los ojos, un hermoso rostro movía su boca frente a la mía y aunque no le entendía lo que me estaba diciendo comprendí que su intención era ayudarme a volver al sillón de pana color rosáceo y abandonar el suelo duro del vagón de subte.

Con la ayuda de un chico que no alcanzaba a tener 20 años, ella me reincorporó y me devolvió a mi lugar mientras me sostenía la cabeza, que ya sólo funcionaba como marco de la gran palidez de mi cara. «¿Estás bien?» escuché decirle a lo que intenté responder pero no pude, aunque ya no sabía si por lo mal que me sentía o por su hipnotizante y dulce mirada.

El resto del vagón ya no existía, sólo éramos ella y yo, frente a frente, como hace 15 años en cada recreo cuando nos mirábamos y estábamos a punto de abrazarnos, en un principio obligados por nuestros compañeros y luego -sin que ellos supieran- por placer.

Entonces, olvidé mi sensación de malestar y la abracé. Era Florencia, mi compañera de colegio a quien le di mi primer beso de lengua y con quien debía hacer una nueva fotosíntesis.

  1. Excelente! Me gustó mucho. Otras más como estas, de las buenas! Felicidade!

  2. Gracias Manuel!
    Me alegro que te haya gustado y te prometo que haré todo lo posible!
    Saludos!
    H

  1. No trackbacks yet.

Deja un comentario